MI PUNTO DE INFLEXION

Puedes estar viviendo años y años sin que nada a tu alrededor cambie sustancialmente, simplemente lo normal en la vida de cualquier persona. Pero, cuando menos te das cuenta, aparece tu “punto de inflexión” en el que tu vida se sale de la curva. Puede ser cualquier día, cualquier hora o incluso cualquier “insignificante minuto” a partir del cual, te das cuenta de que tu vida ha cambiado en ese minuto lo que no había cambiado en años.
No tengo muy claro si este minuto es bueno o malo, positivo o negativo, determinante o banal…..pero lo que sí sé es que es “revolucionario”.
Hace tres días escuché hablar de los cambios que, según estudios realizados, experimentábamos las mujeres en diferentes etapas de nuestra vida. No sé si hombres y mujeres somos iguales. Pienso que ambos posemos inteligencia y voluntad; somos capaces de hacer lo mismo. Pero existe un tercer elemento que nos hace muy diferentes a los hombres: la afectividad: Todo un universo amplio y lleno de emociones e intuiciones.
La mujer no tiene sentimientos diferentes a los que pueda tener cualquier hombre, pero los siente más intensamente y con una amplia variedad de matices. Las mujeres no sentimos más, simplemente, sentimos diferente. Esta diferencia de matiz se presenta en la mujer como debilidad o fortaleza; sin embargo el hombre lo ve como una oportunidad o una amenaza. Todo dependerá de la manera en cada uno la enfrente.
Cuando una mujer comienza a conocerse, no se asusta por lo que siente sabiendo distinguir entre sentir y consentir. Esta es mi fortaleza como mujer, porque me permite amar con mayor intensidad e intento unificar mi personalidad en lo que hago y lo que pienso. También es fortaleza porque intento desarrollar mi sexto sentido: la intuición. Mucho se ha hablado de la intuición femenina. Mi intuición como mujer es simplemente el periscopio de mi corazón, un corazón atento hacia los demás. Mi “periscopio” ve más lejos, descubre lo que no se toca aunque se sienta.
Pero mi afectividad también me lleva a tener debilidad. Mi debilidad es desconocer la causa de mis sentimientos, confundir unos con otros y dejarme envolver por ellos, hasta el punto de no entenderme ni ser entendida.
La vida es una continua lucha. Esta afectividad distinta entre géneros puede convertirse en oportunidad o peligro, fortaleza o debilidad. Pero lo más inteligente por ambas partes sería aprovecharla convirtiéndola en un puente para un mutuo encuentro y no como una pared que pueda aislarlos. Unos deberíamos aprender de lo mejor que tienen los otros. Como mujer debería aprender a no dar importancia a lo que no lo tiene y valorar lo esencial en la entrega de los demás hacia mí. Para los hombre, mi consejo es que aprendan a cuidar los detalles, no por sí mismos, sino porque sepan que a nosotras nos importan.
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